martes, 11 de enero de 2011

Los Cuentos de Adviento


A lo largo de estos años, más de 15 ya, hemos compartido con nuestra comunidad distintos momentos.Llegado el Tiempo de Adviento, para ayudarnos a preparar el corazón para la venida de Jesús, solemos representar  un  cuento de adviento, este año pusimos en escena El Centinela, de autor anónimo en una versión adaptada para la actuación de nuestros chicos. Esta representación fue el cierre de la presentación de este blog que se hizo el 19 de diciembre en el templo después de la misa de las 20.30 hs. Además de poder leer el cuento podrán ver a los chicos actuando
El cuento dice así:

El Centinela
Hace muchos años en un lejano país, había un poderoso castillo, en él  vivía un rey que cansado de sus incontables conquistas pasaba sus días aburrido jugando al ajedrez o charlando con su hija, la princesa. La joven  se quejaba porque en ese palacio nunca pasaba nada.
Alguna vez llegaban caravanas de paso pero se alimentaban y descansaban para luego marcharse dejando a sus habitantes con su diario aburrimiento.
Hasta que un día llegó un mensaje para el rey, lo trajo un mensajero desconocido 
Se comunica a Su majestad y todos y cada uno de los habitantes de este castillo que se han recibido noticia de que próximamente, aunque no se pueda precisar fecha, el mismo Jesús, Hijo de Dios y María de Nazareth, pasará por los dominios de este castillo, por lo que deben prepararse para recibirlo tal y como Jesús se lo merece”

Esto preocupó mucho al Rey y a sus asesores, quienes mandaron limpiar las fachadas, construir arcos triunfales en la entrada y llenar de flores colgantes los balcones.Y sobre todo nombraron centinela  al más noble habitante de la aldea.
         El rey lo mandó llamar  y le comunicó la buena noticia y que había sido elegido para observar día y noche el horizonte  desde la torre más alta del castillo, para anunciar cuando viera  alo lejos la comitiva de Jesús.
 El centinela recibió el encargo con orgullo: jamás en su vida había hecho algo tan importante, se dispuso a permanecer en la torre con los ojos muy abiertos mientras se preguntaba cómo sería Jesús, cómo vendría, cuál sería su comitiva.
   Así durante las veinticuatro horas permanecía en pie y con los ojos bien abiertos, por momentos el sueño comenzaba a rendirlo y pensaba que aunque se adormeciera unos instantes no pasaría nada ya que Jesús seguramente llegaría precedido por sones de trompeta que lo despertarían.
Y pasaron los días y las noches, las semanas y los meses ,en el castillo comenzaron a olvidarse de la venida de Jesús ,la princesa más aburrida que nunca decidió viajar a ver a sus primas a un reino lejano y al rey le pareció oportuno dar una recorrida por sus numerosos dominios.
     Así uno a uno ,todos se alejaron ,todos menos el centinela, quien permanecía en lo alto de la torre ,con sol o con tormenta ,al sólo abrigo de una esperanza que ,día a día,  había empezado a debilitarse como la fortaleza de su cuerpo y la capacidad de sus ojos.
 El centinela  comenzó a preguntarse  porqué Jesús tendría el deseo de pasar por allí, si ese castillo y el pueblo que lo rodeaba  había estado siempre más preocupado en las conquistas y los bienes que en Él ,pero cómo había aprendido a amarlo desde pequeño ,su decisión de permanecer era más fuerte que sus dudas..
              Hasta que un día una figura en el horizonte agitó su corazón :¿sería Jesús? …pero lentamente comenzó a reconocer en uno de los hombres que es acercaban ,un rostro muy familiar para él, era Rodrigo, un salteador de caminos, un ladrón como lo llamaban todos ,sin embargo para él era aquel con el que había compartido largas horas de juego en la niñez .Pese a que Rodrigo ,se había distanciado hace mucho tiempo, eligiendo otro camino ,el verlo le recordaba esa época en la que el mundo era un lugar más feliz y más hospitalario. Rodrigo caminaba vencido, por esas circunstancias de la vida ,difíciles de explicar ,se había enfrentado con su historia  y la culpa lo acechaba, por eso había pensado en su antiguo amigo, que siempre la hablaba entre juego y juego de Alguien con el poder de perdonar y dar como un regalo ,una vida nueva.
 
Y así ,sin  preguntas ni reproches ,sabiendo que Rodrigo al buscarlo era a Jesús a quien buscaba, el centinela ,lo abrazó ).Lo llevó adentró y compartió el pan y la Palabra como un nuevo abrazo. En tanto ,sin darse cuenta había dejado de mirar al horizonte, con preocupación volvió a su puesto.
El tiempo continuó pasando sin noticias de Jesús.
       


Un atardecer, vió a lo lejos una figura,se dió cuenta que no podía ser Jesús ,era una mujer y venía acompañada de un pequeño. Tenía el rostro golpeado ,con huellas del maltrato repetido,que habían hecho de su hogar un infierno cotidiano .Había decido huir por amor a su hijo pero en la soledad del camino su decisión la hacía sentir desamparada.
          
El centinela salió a su encuentro ,él sabía que era más fácil sanar las heridas de su rostro que las de su corazón pero no estaba solo para intentarlo.
  Luego la acompañó adentro y le dió un vaso de agua y abrigo al niño .
 De inmediato  se dio cuenta que había dejado de observar el horizonte y con gran preocupación volvió al camino.
 


En la línea del horizonte,se veía una bandera en alto pero el centinela no podía distinguir a que reino pertenecía,hasta que un poco más cerca pudo ver que era una bandera blanca ,una bandera de rendición…¿pero quíén la llevaba levantada y quién lo acompañaba? A medida que se acercaban empezó a reconocer  con alarma ,en esas figuras lejanas las siluetas de dos soldados enemigos .Pero el mensaje de la bandera era tranquilizador,aunque podía ser una trampa.
Siguió observando y al mirar el rostro del soldado que hacía flamear la bandera ,lo vió tan vencido,tan cansado,tan parecido a su rostro en esos momentos en que la vida  agobia ,que no pudo reconocer en él al soldado enemigo  ,sino que lo sintió como su hermano,como alguien igual a él , a quienes el poder de otros había enfrentado robándoles los mejores años en inútil batalla.
Se estrecharon las manos ´pero no como lo solemos hacer muchas veces  las personas,por costumbre, sino como quienes quieren sanar con ese encuentro,todos los desencuentros. Lo llevo adentro y hablaron un rato para que la palabra pudiera tener un lugar donde antes sólo hubo armas.
Pero nuevamente inquieto volvió a la torre ,nuevamente había descuidado su misión.
Empezó a preguntarse si había perdido la oportunidad de divisar el paso de Jesús por estar ocupado con sus visitantes o si en realidad Jesús había decidido no visitarlos porque se había dado cuenta que la riqueza que ese castillo aparentaba  no existía  en sus corazones.
Muy triste dejó de mirar y se dijo:”Me he pasado toda avida esperando la visita de Jesús y me voy a morir sin verlo”
Y entonces justo en ese momento ,oyó una voz muy tierna que le decía : “Pero es que no me reconociste”
El centinela estalló de alegría : “Ya estás aquí,¿por qué me hiciste esperar tanto? ¿por dónde has venido que yo no te he visto?
La voz le respondió :Yo siempre estuve aquí y aunque hayas necesitado toda una vida  para darte cuenta ,ya sabes mi secreto:Yo estoy siempre con los que me esperan y salen a mi encuentro entrelazando su historia con la de sus hermanos “
El centinela sintió una profunda paz y fue a compartirla con sus amigos, era tal la alegría que invadió al castillo que llegó a oídos del rey quien acudió rápidamente a preguntarle al centinela si había llegado Jesús , a lo que el centinela le respondió que SÍ ,que por eso  había cantos y alegría y que tenía un mensaje para darle:
SU  MAJESTAD Y TODOS LOS HABITANTES DEL REINO YA NO ESTAMOS SOLOS
JESÚS ESTÁ CON NOSOTROS
              ESTO    ES      NAVIDAD



EL GIGANTE EGOÍSTA (basado en el cuento homónimo de Oscar Wilde)
Cuentan que en una pequeña comarca vivía un gigante.
La casona del Gigante era modesta pero estaba rodeada de un bellísimo jardín, lleno de  flores que cada primavera llenaban el paisaje de aroma , color y de frondosos árboles que en verano daban riquísimos frutos  .

Los chicos del lugar amaban jugar en ese jardín y es por eso que a la salida de la escuela iban sigilosos y mientras el gigante dormía muy profundamente su siesta  entraban y disfrutaban jugando y bailando del hermoso lugar.
Es que en ese jardín  se abrían flores luminosas como estrellas y los pájaros cantaban entre la ramas de los árboles  de un modo tan armonioso que hasta el viento parecía detenerse para escucharlos.                                                                              
Todas las tardes ,hasta la hora en que el Gigante despertaba de su siesta, los chicos eran por un rato los dueños de ese hermoso lugar , lo hacían propio sin otro título de propiedad que la risa  y el canto compartidos.

 Pero una tarde el Gigante despertó antes de lo esperado, los malestares de una leve indigestión producto de un atracón interrumpieron  su sueño y descubrió a los chicos en su jardín.

Sus ojos brillaron de indignación  y su voz retumbó por toda la comarca:
_¿Qué hacen aquí ¿ ¿Quién los invitó? ESTE JARDÍN ES MÍO, solo mío y no permito que nadie se meta a jugar aquí.¿Entendieron…? _bramó enfurecido.
Aunque los chicos no estaban de acuerdo y les hubiera gustado explicarle que ellos no dañaban el jardín sino que lo cuidaban como si fuese propio, los chicos se quedaron callados porque  a veces cuando los grandes gritan los chicos se quedan sin palabras o sin el coraje de pronunciarlas ,sobre todo si el grande es TAN GRANDE como el Gigante.
Por eso se fueron uno a uno sin decir nada mientras que el Gigante pensaba que tal vez no alcanzaba con los gritos y que era necesario tomar otra medida ,por eso escribió un gran cartel que decía :PROHIBIDO PASAR;JUGAR;CANTAR Y REÍR EN ESTE JARDÍN.
Los chicos se pusieron muy tristes porque no había otro lugar tan hermoso para jugar como el jardín del Gigante por eso pasaban  algunas veces frente a su puerta pero al ver el cartel y recordar los gritos ,se marchaban rápidamente.
Hasta que un día mientras recordaban juntos los lindos momentos pasados se les ocurrió una idea…¿por qué no intentar convencer al Gigante ? Seguramente ya no estaría tan enojado como aquel día y si le explicaban lo que  cada uno de ellos hacía en el jardín tal vez …reconsideraría su decisión.
Y así fue como sacando coraje ,uno a uno ,cada uno de los chicos se acercó  a hablar con el Gigante, con temor pero también con esperanza.
*Primero se acercó  Mariano ,él desde pequeño había aprendido a distinguir el canto de los pájaros, sabía cuando anunciaban tormenta mientras volvían a presurosos a sus nidos o cuando piaban diciendo que pronto saldría el sol.
Mariano le intentó explicar al Gigante que los pájaros de ese jardín era sus amigos…

Pero el ogro lejos de emocionarse se indignó y dando grandes gritos lo echó. Estaba tan enojado que ni siquiera se dio cuenta que  cuando Mariano se fue 
*Después lo intentó Nicolás ,él en la escuela había aprendido jardinería y muchas tardes entre juego y juego había removido la tierra alrededor de las plantas y había abonado los árboles frutales para que dieran frutos más jugosos.

Pero el Gigante que disfrutaba cada estación de los frutos y de las flores de su jardín se negó a aceptar que la amorosa labor de Nico tuviera que ver con ellos y sin dudarlo lo echó.Y lo hizo sin darse cuenta que a la partida de Nico las plantas comenzaron a marchitarse.


*Siguió el turno de Marcela ,para ella la vida es una melodía que merece ser bailada y por ese don que tienen algunos seres de transmitir esa melodía ,ella ,aquellas tardes de juego hizo vibrar todo a su alrededor.

Una vez más el Gigante escuchó sin entender y como reflejo de su ignorancia volvió a gritar mientras la echaba sin reparar  que  la vida del jardín que era cadencia y movimiento hasta ese momento pareció congelarse cuando Marce se fue.
*Por último llegó Carlos, el asistía a una escuela de cocineros y había inventado una galleta especial que hacía sonreír a quien la comía ,muchas tardes el olor de esas galletas recién horneadas  había inundado el jardín y junto con él habían llegados las risas como si la alegría hubiese encontrado en la cocina de Carlos la receta perfecta.

Tampoco esto conmovió al Gigante , lejos de aceptarle la galleta que Carlos le ofrecía ,lo expulsó  y volvió a su rutina feliz de haber aniquilado el último intento ,la última esperanza de los chicos.
Pero esta vez al llevarse a su boca un trozo de pan que era parte de su comida un inesperado sabor amargo inundó su boca.Dejó el pan sin poder entender ,al hacerlo miró a su alrededor mientras un súbito viento helado lo hizo estremecer… todo a su alrededor había cambiado…pero con la astucia que solemos desplegar para engañarnos se dijo que era el otoño que ese año debía ser más frío de lo esperable. Y así en egoísta  soledad pasaron los meses y cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Bueno, toda no, el jardín del Gigante Egoísta permanecía en Invierno todavía.
 Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se habían olvidado de florecer lo cual presagiaba que no habría frutos. Sólo una vez una lindísima flor se había asomado entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los chicos que se metió bajo tierra y volvió a quedarse dormida.
Los únicos que se sentían a gusto en ese jardín eran el viento frío que pasaba cada día arrebatando cada brote que se animaba a salir  y la nieve que cubría todo el jardín con su espeso manto blanco.
*No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar aquí -decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco-, espero que pronto cambie el tiempo
Pero la primavera no llegó nunca y el verano tampoco. No hubo más atardeceres llenos de perfume a jazmines ni dulces manzanas madurando al calor del sol. Y  el invierno convirtió al jardín en un frío paisaje y al Gigante en un ser triste y solitario que no se explicaba porqué la primavera lo había abandonado.
Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Era  un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.
-_¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la Primavera -dijo el Gigante, y saltó de la cama para correr a la ventana.
¿Y qué es lo que vió?
Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro había entrado un niño, y se había acercado  a un árbol. El  árbol estaba tan feliz de tenerlo cerca, que se había cubierto de flores y balanceaba suavemente sus ramas sobre su cabecita infantil. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de él, y el pequeño reía
El Gigante se le acercó, el niño que no parecía tenerle miedo como los otros niños le tomó las manos, entonces el Gigante conmovido por un gesto de afecto al que no estaba acostumbrado lo miró y le preguntó :
*_¿ Por qué la primavera que se había olvidado de mí y de mi jardín volvió contigo ?¿Por qué los pájaros cantan  nuevamente después de su triste silencio?
El pequeño comenzó a sonreír y a explicarle esas razones que sólo entendemos cuando somos capaces de alojarlas primero en nuestro corazón.
Al darse cuenta de su egoísmo el Gigante lloró amargamente pero el niño que no estaba allí para juzgarlo sino para ayudarlo a cambiar,dulcemente lo consoló.

El Gigante que sentía que el encuentro con ese niño había cambiado su vida para siempre le tomó las manos y vió con asombro que tenían dos profundas heridas ,asombrado le preguntó :
__-¿Pero, quién se atrevió a herirte? . Dímelo y se las verá conmigo.
-¡No! -respondió el niño-. Estas son las heridas del Amor.
-¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? -preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
-         Ya que vos me  dejaste jugar en tu jardín; alguna vez… cuando sea el momento Yo te dejaré jugar conmigo en el  mío, que es el Paraíso.
El Gigante con lágrimas en los ojos ,besó las manos del Niño y Él sonriendo dulcemente se alejó.
El Gigante que ya no era el mismo sintió el peso de su soledad ,sólo que su corazón que ahora era más sabio sabía como solucionarla,salió a buscar a los chicos a los que había expulsado .
Los chicos se acercaron un poco temerosos.
__No tengan miedo,les pido perdón por mi egoísmo,pasen,jueguen ,mi jardín y yo los necesitamos.
Y al entrar los chicos al jardín ,volvió con ellos la primavera con sus flores ,con sus pájaros ,con su luz.







viernes, 7 de enero de 2011

San Luis Gonzaga Nuestro Patrono



Queremos que conozcan a nuestro patrono y para contarles sobre él nos ayudaremos de una historieta que el Movimiento Eucaristico Juvenil tiene en su página .

Luis Gonzaga
 Nace el 9 de marzo de 1568 en la Lombardia. Hijo mayor de Ferrante, marqués de Chatillon  y  Marta Tana Santena
Desde pequeño tuvo inquietudes religiosas, pero su padre tenia para él otro destino: debía ser soldado.
Luis viajó por diferentes países para educarse bajo los servicios de la nobleza a la cual pertenecía, pero en sus tiempos libres aprovechaba para rezar y conversar con Dios durante horas y horas. 
Fue paje de honor del príncipe Diego, hijo del rey Felipe II.
Allí aprovechó para licenciarse en filosofía
 
Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino, el cual le aconsejó tres medios para 
llegar a ser santo: frecuente confesión y comunión, 
mucha devoción a la Madre de Dios y leer vidas de Santos.
 
Luis se ganó el enojo de su padre al saber éste 
que entraría en la orden de los jesuitas. Finalmente y         
por amor a su hijo acepta que Luis sea sacerdote


Luis partió hacia Roma y, el 25 de noviembre de 1585, ingresó al noviciado en la casa de la Compañía de Jesús, en Sant'Andrea. Acababa, de cumplir los dieciocho años. Al tomar posesión de su pequeña celda, exclamó espontáneamente: "Este es mi descanso para siempre; aquí habitaré, pues así lo he deseado" (Salmo cxxxi-14).
 
                      Sus maestros habían de vigilarlo estrechamente para impedir que se excediera en las mortificaciones.  Seis semanas después murió Don Fernante. Desde el momento en que su hijo Luis abandonó el hogar para ingresar en la Compañía de Jesús, había transformado completamente su manera de vivir.  
El sacrificio de Luis había sido un rayo de luz para el anciano     
Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán para que completase en Roma sus estudios teológicos. Sólo Dios sabe de qué artificios se valió para que le permitieran ocupar un cubículo estrecho y oscuro, debajo de la escalera y con una claraboya en el techo, sin otros muebles que un camastro, una silla y un estante para los libros.
         

En 1591, atacó con violencia a la población de 
Roma una epidemia de fiebre. Los jesuitas, por su cuenta, abrieron un hospital en 
el que todos los miembros de la orden, desde el padre general hasta los hermanos 
legos, prestaban servicios personales.
Luis iba de puerta en puerta con un zurrón, mendigando víveres para los enfermos.
Muy pronto, después de implorar ante sus superiores, logró cuidar de los moribundos. 
Luis se entregó de lleno,  limpiando las llagas, haciendo las camas, 
preparando a los enfermos para la confesión.
Luis contrajo la enfermedad.  Había encontrado un enfermo en la calle y, cargándolo sobre sus espaldas, lo llevó al hospital donde servia           
Contrariamente a todas las predicciones, se recuperó de aquella enfermedad, pero quedó afectado por una fiebre intermitente que, en tres meses, le redujo a un estado de gran debilidad.    
      Luis vio que su fin se acercaba y escribió a su madre: «Alegraos, Dios me llama después de tan breve lucha. No lloréis como muerto al que vivirá en la vida del mismo Dios. Pronto nos reuniremos para cantar las eternas misericordias.»           
Con los ojos clavados en el crucifijo y el nombre de Jesús en sus labios, expiró alrededor de la medianoche, entre el 20 y el 21 de junio de 1591, al llegar a la edad de veintitrés años y ocho meses.
                                                        

Los restos de San Luis Gonzaga se conservan actualmente bajo el altar de Lancellotti en la Iglesia de San Ignacio, en Roma.
Fue canonizado en 1726.
El Papa Benedicto XIII lo nombró protector de estudiantes jóvenes.
El Papa Pio XI lo proclamó patrono de la juventud cristiana y  Juan Pablo II de los enfermos con HIV,Sida.